(grado uno: la presentación)

“Con ustedes, damas y caballeros
adorado público de esta noche
me enorgullezco en presentarlas…

¡son plásticas!
esas pestañas negras
tan voluminosas

-parecen tan reales
Ohh!

¡miren las flourescencias!
ese pelo wow
esas uñas plaf
ese brillo ouch!”

UuuuAu

¡Somos para afuera!
-know it, darling-
no te tortures,
-no hay nadie que nos iguale-
Somos
shock de color
caótico (y cáscara)

(grado dos: bestias pop en acción)

Bajo las luces fluorescentes:
revoleo de ojos
caracoleante
-subversivo-

manos desfachatadas
volando bajo
-impunes-
queriendo tocar
muslos humeantes

¡Predadores!
incisivos
queriendo colmar(se)
jaulas y bocas
dispuestas
a salir (se)
de sí
enlunadamente

a arañar
a romper cuerdas

hasta
satisfacer (se)
(-hambre-).


Como grandes conocedores
de los mecanismos de seducción
entuban
ondulan
empulpan
hasta que la presa se retuerce, rendida.


Precisos, gimientes, orgásmicos
fuman
los impulsa El Imperio
del deseo
de ser
algo
no importa qué
mientras haga estallar la campana
del quiebre
penetrado
-rímel corrido-
es
fascinación electro-pop
salvaje
pero en envase delicioso
¿?
sí, desordenada
contradicción


esclavos del sótano
del hervor-sudor
de la piel destapada
omnipotente
que muchas veces
sólo
es máscara
superficie
pelusa
isla mezquina
-ego-
un yo trasfondo
tiritando

(grado 0)

Verde

...Las vueltas
los pliegos
los submarinos...

los días
nada sería igual
(revelación)
La verdad es que desde el momento en que escuchó a su reloj cacarear, supo: esa casa vieja le estaba cortando las pestañas.
(interferencia)
-grumos verdes cocinándole el cerebro.-
Era inminente, él lo sabía.
Se levantó de la cama , se envolvió en una manta apolillada y se sentó en el piso de madera abrazando las piernas. Temblaba como un niño en el armario, nerviosamente. Era el momento. Ni hambre, ni sueño, ni ganas de hacer pis. Vigilia furiosa. Las agujas del reloj repiqueteaban como martillo mínimo. Las horas inmóviles. Los pasos torpes aún se oían en el piso de arriba, todavía, uno y el otro, como fósforos del infierno taladrando su cuerpo. Trató de mecerse de un lado para el otro para tranquilizarse, los oídos tapados con la palma de la mano. Oía los golpes, se imaginaba las grietas de la madera y el color de sus zapatos: verde manzana, de taco bajo, burlescos. Arriba. Rompiendo.
-que termine por favor, que termine-
Su cuerpo de hierro todavía temblaba, y durante esos tiempos inertes, sobrevino.
La manta escupía gusanos de muerto ¿lo estaba? de una esquina nació una burbuja lechosa, se le amontonó en las piernas y lo fue chupando como insecto para ahogar. Monstruo blanco. De a poco, le fue dando envión… arriba, arriba, ¡arriba! hasta romper el techo con la cabeza, las maderas viejas se desparramaron a los costados, las manos, los pies vinieron después. Impulso de estratósfera, no zapatos, no, no verde, no. Salió disparado al aire desnudo de la noche, nube, luna, estrella.
El último piso estaba vacío.